domingo, 29 de junio de 2014

NUESTROS HÉROES DE LA PATRIA

Miguel Grau Seminario

Miguel Grau Seminario fue un marino peruano, almirante de la Marina de Guerra del Perú y destacado héroe peruano. Una encuesta a fines del siglo XX, lo denominó'El peruano del Milenio', merced a su muestra de valor durante la disputa de la Guerra del Pacífico.


Miguel Grau Seminario es considerado héroe máximo de la Marina de Guerra del Perú y de la nación peruana.

Nacido el 27 de Julio de 1834, Miguel Grau fue hijo del teniente coronel gran colombiano (más tarde nacionalizado peruano) Juan Manuel Grau y Berrío, natural de Cartagena de Indias, que llegó al Perú formando parte del ejército del Libertador Bolívar, y de María Luisa Seminario y del Castillo, piurana de nacimiento.
El Museo Naval Casa Grau se establece en lo que fue la última residencia compartida por el “Caballero de los Mares” y su familia, antes de su partida hacia la defensa del Perú en el Combate de Angamos. La casona donde se encuentra el museo fue construida a fines del siglo XVIII y mantiene su estilo original en la actualidad. Consta de dos plantas: la primera destinada a la realización de eventos, conferencias y exposiciones temporales; la segunda, que es propiamente el museo, a mostrar la vida familiar de Miguel Grau como un personaje consagrado a la patria y a su hogar.
En este museo hay documentos y mapas históricos que dan cuenta de la Guerra del Pacífico, así como fotografías del monitor Huáscar y sus tripulantes. Destaca la fotografía del momento en que retornan sus restos mortales al puerto del Callao en 1890, siendo recibidos por una multitudinaria población.
Este espacio guarda la memoria del máximo héroe peruano, a través de sus objetos personales, recuerdos, mapas, así como cartas que testimonian su calidad humana y patriótica. Cada ambiente ostenta muebles de la época que muestran la intimidad de Grau, como un porta sombreros que sostiene en pie la gorra del notable marino o una vitrina que deja ver vajilla, candelabros y adornos de porcelana, tal vez usados para celebrar su llegada tras alguno de sus viajes por altamar.

ALFONSO UGARTE
Alfonso Ugarte Vernal nació en Iquique, el 13 de julio de 1847. Sus padres fueron los ricos comerciantes Narciso Ugarte y Rosa Vernal. Estudio en su ciudad natal y en Valparaíso, donde se graduó de contador. Regresando a Iquique trabajó administrando las empresas salitreras de su familia, y en el sector público llegó a ser Alcalde de la ciudad.

Estaba cerca el día de su matrimonio, cuando estalló la Guerra del Pacífico. Ugarte postergó la boda para incorporarse a las fuerzas defensoras del departamento de Tarapacá, ambicionada por los chilenos. Con sus propios caudales organizó y armó el Batallón “Iquique N° 1”, con cerca de 500 hombres.

Combatió en la batalla de Tarapacá (27-11-1879), donde fue herido de un balazo en la cabeza. Sobrevivió a la penosa marcha hacia Arica, donde se instaló con las fuerzas que encabezaba Francisco Bolognesi. Cuando los chilenos rodearon la ciudad e intimaron rendición a los peruanos, Ugarte apoyó la decisión de Bolognesi de luchar hasta el final por el honor de la Patria. Combatió valerosamente en la Batalla de Arica (07-06-1880), y murió a balazos en la cima del morro. Los chilenos arrojaron su cadáver por el acantilado, pero fue encontrado y sepultado en Arica. Poco después sus restos fueron traídos a Lima, y hoy descansan en un sarcófago de la Cripta de los Héroes, en el cementerio Presbítero Maestro.



FRANCISCO BOLOGNESI

(Francisco Bolognesi Cervantes; Reyes, 1816 - Arica, 1880) Coronel peruano. Francisco Bolognesi es particularmente recordado por su heroica participación en la batalla de Arica, en la que murió el 7 de junio de 1880 luchando junto a sus soldados y después de pronunciar las célebres palabras: "Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho". Su valentía y coraje han pasado a la historia como ejemplo de soldado de honor y de espíritu guerrero.

Francisco Bolognesi
Hijo de Andrés Bolognesi, natural de Génova, y de Juana Cervantes, oriunda de Arequipa, fue su padrino el marqués de Montamira, caballero de la Gran Cruz Colorada. Realizó sus estudios primarios en Arequipa. En 1830, ingresó al Seminario Conciliar de San Jerónimo, donde estudió secundaria, sobresaliendo en el curso de matemáticas.
Desde muy joven, a la muerte de su padre (ocurrida el 27 de agosto de 1834), trabajó en El Comercio de Arequipa. Estudió contabilidad y llegó a dominar el francés. A los 24 años se dedicó a los negocios de manera independiente, pero su principal interés se centraba en la vida política del país, que por aquel entonces atravesaba una etapa de anarquía.
En 1853, con el grado de teniente coronel, fue designado ayudante del Estado Mayor General de la división de Arequipa, y posteriormente, el 28 de junio de 1854, fue nombrado comisario de guerra. Participó en varias batallas libradas en Ayacucho, Arequipa, Cusco y otros lugares. El 18 de abril de 1856, pasó a servir en la Inspección General del Ejército en Lima.
El 14 de noviembre de ese año fue nombrado edecán de campo del presidente de la República, el mariscalRamón Castilla. En abril de 1857 empezó a ejercer el mando como artillero y el 7 de marzo del año siguiente fue ascendido al grado de coronel efectivo, por acción distinguida. En la campaña contra el Ecuador de 1860 participó como jefe de artillería.
Enviado a Europa para comprar piezas de artillería, regresó de Londres el 18 de enero de 1862 con el armamento adquirido. En 1872 pasó al retiro, dejando una brillante estela por su recia personalidad de militar a carta cabal en su calidad de excelente comandante de un regimiento de artillería.
Cuando estalló la guerra con Chile, Francisco Bolognesi fue llamado para tomar las armas y defender la patria. En dicha contienda estuvo al mando de la tercera división y participó en las batallas de San Francisco y Tarapacá.
Después de la derrota de los ejércitos de Perú y Bolivia en la batalla de Tacna, el 26 de mayo de 1880, el sur del país quedó casi del todo perdido en manos chilenas. Únicamente en Arica quedaba una guarnición de 1600 hombres al mando de Bolognesi, que, aislada por tierra y por mar, estaba condenada a caer. Su emplazamiento era el morro de la ciudad, una cresta natural de unos trescientos metros que se elevaba al pie del océano.
El 5 de junio un parlamentario del ejército chileno, el mayor Juan de la Cruz Salvo, se acercó a pedir la rendición de la plaza a fin de evitar un derramamiento de sangre. El honor militar, aseguró, no debe llevar a un sacrificio carente de antemano de fruto. El ejército chileno tenía seis mil hombres y armamento superior; la proporción era de cuatro a uno. Ofreció una capitulación en términos dignos para los vencidos.
La noticia del desastre de Tacna había tardado en saberse en Arica. El dos de junio habían llegado cinco soldados sobrevivientes con la mala nueva, pero Bolognesi no pudo cobrar conciencia de la magnitud de la derrota y mantuvo la ilusión de que no todo se habría perdido; algunos batallones se habrían salvado y avanzarían a socorrerle.
Bolognesi escribió varios telegramas a Lizardo Montero a Moquegua y Arequipa, prometiendo que la plaza no se rendiría, pero pidiendo instrucciones y en especial la llegada de las fuerzas de Leyva, quien con tres mil hombres había sido comisionado por Montero para socorrerle. No recibió respuesta. Leyva, entonces en Tarata, viendo cortado el camino hacia Arica por la ocupación chilena de Tacna, había partido hacia el norte; o sea, la dirección contraria. Le quedaba todavía una carta: la retirada hacia el interior, el valle de Azapa, pero no tenía autorización para ello.
Desde meses atrás había comenzado a minarse el morro que preside el puerto, pero los chilenos capturaron al ingeniero Elmore, encargado de la labor, y descubrieron estos planes. De cualquier manera, la noticia de que el morro estaba sembrado de explosivos retrasó la decisión chilena de atacar y los empujó a negociar la rendición. Se ha dicho, pruebas que lo fundamenten, que Montero y Bolognesi habían concebido el plan de hacer volar todo el morro, con defensores y atacantes, e incluso la ciudad, si la batalla se veía perdida.
Francisco Bolognesi sabía que las minas podían fallar, ya que eran imperfectas, y que la clave de la defensa era la artillería. Lamentablemente, estaba compuesta de cañones que en su mayor parte no giraban en círculo, complicando la defensa. Ante el requerimiento del parlamentario enemigo, Bolognesi replicó: "Tengo deberes sagrados que cumplir, y los cumpliré hasta quemar el último cartucho". "Entonces, está cumplida mi misión", sentenció el mayor Juan de la Cruz Salvo. El coronel, le pidió sin embargo, unas horas para dar una respuesta final, porque quería consultar con sus comandantes, pero Salvo señaló que no había tiempo para ello y que debía volver de inmediato. Bolognesi le pidió aguardar unos instantes. Llamó a su estado mayor, les transmitió la comisión del parlamentario chileno y lo que había sido su respuesta. Todos se adhirieron a ella.

Bolognesi y sus oficiales en Arica
El día seis se produjo la defección del coronel Agustín Belaúnde. Bolognesi lo mandó apresar, pero escapó y huyó hacia Moquegua. En el camino se cruzó con el prefecto de Tacna, Alejandro del Solar, quien se dirigía a Arequipa. Sorprendido del encuentro, Alejandro del Solar le preguntó por la suerte de Arica. Como Belaúnde no supiese responder, se imaginó el resto y lo hizo apresar. Estuvo a punto de ser fusilado, pero se le perdonó. Años después fue elegido diputado por la provincia de Tayacaja.
Los chilenos decidieron atacar por el lado este, el más escarpado, y no por el del mar, donde los peruanos habían concentrado la defensa. El día seis hubo intercambio de disparos entre la flota chilena y la artillería del morro y la del único navío peruano, el Manco Capac. El ejército chileno hizo varias maniobras de distracción para confundir a la defensa, dejando hogueras encendidas en un lado, movilizando las tropas hacia otro y utilizando a Elmore como parlamentario de una última propuesta de rendición, sabiendo que Elmore contaría a Bolognesi el emplazamiento de las tropas chilenas, que luego cambiarían. En realidad, Elmore malició, correctamente, que el ataque iba a tener lugar por el lado opuesto al que le empujaban a creer, pero Bolognesi, fiel a los reglamentos, no quiso recibirlo por tratarse de un prisionero del enemigo.
El día siete se produjo el ataque por el lado este, a las cinco y media de la madrugada. Tras tres horas y media de lucha la bandera peruana fue arriada del morro. Los tripulantes del Manco Capac hundieron el barco para evitar su caída. El plan de las minas no funcionó. Según una versión chilena, Bolognesi corrió hacia la Santabárbara poco antes del final para hacer explotar las minas; al ver que no pasaba nada, gritó "Traición". Los peruanos vieron morir casi la mitad de sus efectivos; entre ellos el coronel Bolognesi, ultimado de un culatazo.

1 comentario: